Probablemente una de las decisiones más determinantes de la vida, es la profesión que se escoge. Cuando alguien decide ser docente probablemente no está pensando inmediatamente en la corriente filosófica que regirá su labor, sin embargo, al estar ahí, en el oficio diario se enfrenta una realidad en donde sino se tiene claro como trabajar pues todo resulta en un desastre.
Ser docente con el fin de enseñar a aprender y aprender a hacer y ser es lo que realmente deja una marca importante en el estudiantado.
Cuando educamos integralmente es cuando generamos aprendizajes significativos, esos que quedan para toda la vida y se usan incluso en la etapa adulta.
Pero, se preguntarán cómo la pedagogía de la ternura me da esas herramientas.
Primero empecemos por explicar qué es...
Según Alejandro Cussiánovich, la pedagogía de la ternura se inscribe dentro de una corriente que tiene larga historia en el pensamiento pedagógico, en particular, en el occidental. Tiene que ver por ejemplo, cuando en el siglo diecinueve se hablaba de una pedagogía basada en la amorevolezza, como dicen los italianos.
Es decir, en una capacidad de afectuosidad respetuosa, en una relación marcada por el componente emocional, afectivo, por los sentimientos, como una manera de establecer un vínculo emancipador. En materia educativa y pedagógica, sino se establece un vínculo constructivo y positivo, no hay proceso educativo. (Cussianóvich Villarán, 2015)